5 de abril de 2008 (Rumbo a Barcelona)

domingo, 22 de marzo de 2009

No se me ocurre mejor día que hoy (justo hoy hace un año desde que nos embarcamos en esta aventura japonesil...) para "cerrar" las crónicas, contándoos como fue nuestro último día de viaje...aunque no haya mucho que contar porqué la gran mayoría de él se desarrolló en un avión. jejeje.

Por supuesto el que se terminen las crónicas no significa que quiera dar por zanjado este blog. Como voy a volver a Japón (sí o sí, jeje) necesitaré un lugar para seguir con las crónicas, y relatar los preparativos del viaje. Mientras ese deseado regreso se produce (que puede pasar desde un año hasta...una eternidad XD) me dedicaré a hablar de lo que más me gusta, que es Japón y todo lo que le rodea. También apuntaré aquí los lugares que me gustaría visitar...como van mis progresos con el japonés...en definitiva un poco de todo, intentando no desviarme del tema principal del blog.

Pero antes...remontémonos al 5 de abril del año pasado.

Nos levantamos más temprano que ningún día, a eso de las 5 de la mañana, pues aunque quedarnos era una idea tentadora, en el fondo sabíamos que era mala idea perder el vuelo de regreso a casa. Ya teníamos las maletas hechas, por lo que en no demasiado tiempo nos vestimos, recogimos todo y salimos del Edoya. Nos despedimos con la mirada de aquel lugar se en pocos días se había convertido en nuestro hogar, y se hizo extraño, muy extraño pensar que esa noche ya no íbamos a dormir en nuestros futones.

Nada más salir a la calle nos sorprendió la claridad. No en vano estábamos aún en "el país del sol naciente", y nadie hubiese dicho que eran las 5 de la mañana. Eso sí, la tranquilidad de las calles era abrumadora, sólo de vez en cuando nos cruzábamos con alguna japonesa que regresaba a casa con aire cansado, renqueando en sus tacones...seguramente volviendo de una noche de bares...De camino entramos en un Lawson y compramos las últimas provisiones para desayunar.

Cogimos el metro hasta la estación principal de Tokio, donde cogeríamos el Narita Express. No hay mucho que contar sobre este rato, basta vernos las caras. XD

El reloj de la estación...para que veáis que no miento respecto a la hora.

Carillas largas...

Esperando el metro en la estación de Ueno

Tokio in the morning...

Antes de coger el Narita Express, algunos canjeamos nuestra tarjeta Pasmo, y nos devolvieron el dinero de la fianza. Otros, se la guardaron de recuerdo. Nuestro tren llegó con puntualidad japonesa. De hecho salió uno 2 minutos antes y...de haber estado en otro país, nos habríamos equivocado. Pero en Japón si el tren llega a y 38 min, llega a y 38, no a y 35. jejeje

Intenté mantenerme despierta en el Narita Express, disfrutando de la visión de las calles japonesas por la ventanilla, pero el madrugón dolía y acabamos todos cayendo dormidos (de hecho es inquietante como, durmiéndonos siempre, nunca nos pasáramos ninguna parada en todo el viaje, jeje)

Zzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzz

Mi último Van Houten Cocoa...snif...echaré de menos su sabor. Totalmente diferente a cualquier otro batido de chocolate.


Llegamos a Narita con bastante tiempo, pues nuestro avión aún no tenía puerta asignada. Pasado un rato, tuvimos que hacer una cola enorme para pasar el primer control de seguridad. Tuvimos suerte, dentro de lo que cabe. Sólo Meritxell tuvo algunos problemillas para pasar...de hecho, sería el inicio de un viaje de vuelta bastante caótico para la pobre...

Una vez establecido el "campamento base" en la puerta de embarque, nos dimos cuenta de que nuestro vuelo estaba un pelín retrasado. Como nos sobraba tiempo, y aún nos quedaban yenes por gastar, íbamos por turnos a dar vueltas por las tiendas del aeropuerto, comprando algún que otro recuerdo de última hora, y también comida para picar. La mayoría acabamos comprando pastelitos y dulces, pues es la típica cosa que acabas dejando para última hora por miedo a que se estropeen. Yo por mi parte también me comí una hamburguesa (rarísima, por cierto...) y compré un onigiri para comérmelo en el avión. Al final me habían sobrado poco más de 1000 yenes, por lo que guardé las monedas que me quedaban de recuerdo, junto a un billete de 1000 yenes.

Narita...enoooorme aeropuerto

Dani haciendo guardia en el "campamento base"...prácticamente sepultado por

Como véis, las bolsas se llenaron hasta el límite de sus posibilidades. Aún puedo oir costuras crujir...


Subimos al avión, y empezó la tortura. Para empezar despegamos algo más de una hora tarde...por lo que nuestro tiempo para hacer el transbordo se reducía. Meritxell, que cogía otro enlace distinto...no pudo llegar a tiempo y tuvo una movida increible para llegar a Barcelona.

De las 12 horas de vuelo...recuerdo poco, y eso que no dormí absolutamente nada (eso de que para tu cuerpo sean las 12 de la noche pero te siga dando el sol en la cara...era demasiado desconcertante XD). Como estaba en pasillo, aproveché para levantarme más y darme pequeños paseos por el avión, aliviando así las piernas de estar tanto rato sentada. Recuerdo comer muchas veces (hasta el punto de no saber que comida era la que nos estaban dando...si desayuno, cena o que...) y ver un par de pelis (dios mio que mala es "Soy leyenda"...) La verdad es que el viaje de vuelta se me hizo bastante más largo que el de ida. Pero eso es algo que suele pasar, en el de ída la emoción hace que lo vivas de forma distinta, y que disfrutes más del viaje. En el de vuelta sólo quieres llegar YA a casa. jejejeje

Montañitas japonesas


Adiós Japón...snif

Sobrevolamos zonas donde debía hacer un pelín de frío...XD

Aterrizando en Londres...POR FIN

Al llegar a Londres estábamos francamente cansados, y algo agobiados porqué no íbamos lo que se dice sobrados de tiempo para coger el enlace. Vamos, las condiciones ideales para que a una de las "entrañables" personas de seguridad se le antojara examinar el equipaje de Luis detalladamente. No sólo nos quitó unas espadas pequeñitas de juguete (que erán de plástico!!!!) porqué podían hacer daño (¿WTF! y los juegos de cuchillos completos que vendían en el avión?) sino que además fue bastante desagradable, y no se daba prisa por mucho que le insistieramos en que teníamos mucha prisa. Fue un momento para olvidar, la verdad, y el cansanció -al menos en mi caso- hizo que nos pudiésemos de bastante mal humor.

Poco después cogimos un autobús que nos llevaba a la Terminal adecuada, donde nuestro vuelo ya hacía rato que estaba embarcando, por lo que tuvimos suerte de no perderlo. Del vuelo a Barcelona no recuerdo apenas nada, pues Luis y yo caimos dormidos al instante, y no nos despertamos ni para tomar la cena que nos daban.

Y por fin...Barcelona desde las alturas. La rutina y nuestras vidas nos esperába allí abajo.


Uno de nuestros grandes miedos (la pérdida de maletas) por suerte no se cumplió, y tras esperar un ratito pudimos recoger nuestras cosas, especialmente aquel pedazito de Japón que traíamos con nosotros, en forma de regalos y recuerdos.

Nuestros respectivos padres habían tenido la amabilidad de irnos a recoger, por lo que allí nos despedimos. Se hizo un poco raro, después de haber convivido juntos aquellos 15 días, en aquel lugar tan especial que es Japón. Creo que eso formó un vínculo entre todos que nunca se perderá.

Cuando llegué a casa, intenté atropelládamente explicarle a mis padres muchas cosas...todo lo que había vivido y conocido...pero...de repente mi cuerpo me recordó que llevaba más de 24 horas sin dormir...por lo que dejamos los regalos, las fotos, las anécdotas...para el día siguiente.

Lo que sí es cierto es que uno nunca es el mismo cuando vuelve de un viaje así. Un viaje siempre te enriqueze, en todos los sentidos, y te enseña muchas cosas, sobre los demás y sobre ti mismo.

Por mi parte...no sólo dejé en Japón una gorra olvidada y un paraguas. Dejé allí parte de mi. Pero también me traje muchas cosas conmigo. Materiales y, las más importantes, las que llevaré siempre dentro. La experiencia de todo lo visto y todo lo vivido. La promesa de que aquello sigue allí esperando que algún día volvamos. Y volveremos.


FIN